habitantes de la ciudad venían entrenando desde hacía años.
El sismo abrió grandes grietas en las tres cuartas partes de las calles del
ejido urbano. Sin embargo la gente, a bordo de sus vehículos, no tuvo ningún
problema en sortearlas: la mayoría pensó que sólo se habían agrandado un poco
los baches de siempre.
En algunos barrios, inclusive, el movimiento de tierra ayudó a emparejar el
nivel del piso con el de los pozos, de manera que, si bien el tránsito quedó
medio metro bajo el nivel habitual, al menos ya no había desniveles que
destruyeran los amortiguadores.
Al moverse las placas tectónicas, también explotaron cloacas. Los vecinos de
esas zonas, cuyo organismo ya había creado defensas contra tales tóxicos,
debido a la exposición frecuente, hicieron de cuenta que se trataba de otro día
de asambleas de los empleados municipales.
Los semáforos dejaron de funcionar, lo que no produjo variación alguna en el
nivel de salvajismo diario de los conductores.
La luz se cortó de inmediato –con anticipo de algunas horas en ciertos barrios,
incluso antes de que se supiera que existía la posibilidad de un sismo. La
única diferencia fue que, esta vez, desde Empresa Provincial de Energía (Epec)
tuvieron una buena excusa para no contestar los reclamos, ya que no funcionaba
ninguna línea de teléfono, además de las de ellos.
El transporte urbano quedó paralizado, pero casi nadie se dio cuenta.
Varias partes de edificios cayeron a las veredas en Nueva Córdoba, pero no se
pudo distinguir si fue por el terremoto o si –a juzgar por la calidad de esos materiales– ya estaban en el piso desde hacía días.
Una hora después del sismo, se produjo la inundación en gran parte de la
ciudad. Especialistas de todo el mundo acudieron a estudiar el fenómeno, ya que
se trató del primer tsunami planetario producido por 50 milímetros de lluvia.
Los heridos debieron ser trasladados en botes, tarea que se pudo llevar a cabo
sin inconvenientes, ya que la mayoría de las ambulancias del 107 y del 136 sólo
servía para flotar.
El desastre hizo que subiera el precio de los alimentos. Sin embargo, el
aumento natural ante cualquier catástrofe en la que hay riesgo de escasez no
llegó a superar el índice de inflación real.
Lo que no se pudo fue encontrar por ningún lado a las máximas autoridades de la
ciudad, al parecer las únicas afectadas de gravedad por el sismo. La gente tampoco se dio cuenta de eso.